Ascensores de Valparaíso: de patrimonio vivo a promesa estancada.

Por: Pilar Espinoza Figueroa

En el año 2003, cuando Valparaíso fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, contábamos con 15 ascensores operativos. Eran parte inseparable del paisaje, de la vida cotidiana y del alma porteña. Más que un atractivo turístico, eran y siguen siendo un medio de transporte esencial para quienes habitamos Valparaíso. Dos décadas después, en 2025, y pese a que el Estado de Chile adquirió los ascensores para resguardar su conservación, hoy solo seis están en funcionamiento. ¿Qué ocurrió en el camino?

El estancamiento en la recuperación de los ascensores no es solo un problema técnico o de gestión; es una muestra clara de la falta de voluntad política y de visión estratégica respecto a lo que significa vivir en Valparaíso.

Los ascensores no son un lujo, no son una postal: son un derecho a la movilidad y al transporte seguro en la ciudad. Urge una nueva institucionalidad. Una que no vea los ascensores como piezas de museo o simplemente como un atractivo turístico, sino como parte integral del sistema de transporte público. Un organismo que se haga cargo de su operación, mantención y, sobre todo, de su recuperación, con enfoque territorial y participación ciudadana. El modelo actual, fragmentado entre ministerios, Gobierno Regional, Municipalidad y empresas que licitan, ha demostrado no estar a la altura del desafío. La recuperación de los ascensores no puede seguir aplazándose. No podemos pemitir que el abandono continúe deprimiendo nuestra identidad ni nuestra calidad de vida. Valparaíso necesita, y merece, un sistema de transporte público que respete su geografía y su historia, y que priorice a quienes día a día habitan sus cerros.

Es hora de pasar del discurso al compromiso real. Que los ascensores vuelvan a funcionar debe ser una prioridad ciudadana, patrimonial y política