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Sebastián Seriani

Ciclovía entre Viña del Mar y Valparaíso: otra forma de movernos es posible

Por: Sebastián Seriani

Les pido detenerse un momento y observar la Avenida España un día de semana a eso de las cinco de la tarde. Sin ser adivino puedo presagiar que alguna de sus observaciones incluirá mucho ruido, congestión, accidentes, algo de estrés e, incluso, temor. Esto sucede porque durante años está vía se ha planificado priorizando la circulación vehicular por sobre la movilidad de las personas.

Si el borde costero entre ambas ciudades no dispone de más espacio, ¿es posible cambiar esta situación? Por supuesto. Junto a un equipo de la Escuela de Ingeniería de Construcción y transporte de la PUCV planteamos la posibilidad de crear una ciclovía de 3 kilómetros que vaya desde el Reloj de Flores hasta el Paseo Wheelwright, siendo un complemento al proyecto de borde costero que los municipios de Viña del Mar y Valparaíso están impulsando.

Con dos tramos bien definidos -uno que reutiliza la calzada de la avenida (pista izquierda en dirección a Viña del Mar) y otro que bordea el mar frente a Caleta Portales-, el proyecto no solo permitiría un desplazamiento más seguro para los cerca de 5.000 ciclistas que diariamente transitan por esta vía, sino que aumenta su capacidad de transporte en un 30%. Es decir, contra lo que se tiende a pensar, convertir una de las pistas que actualmente se utiliza para vehículos, en una ciclovía, no resta, sino que suma más personas, más opciones y más vida urbana.

Lo interesante es que hablamos de una iniciativa de bajo costo, pero de gran impacto. Aquí no se requiere de grandes obras faraónicas, sino de creatividad en el uso del espacio existente. Por ejemplo, la conexión de los dos tramos de la ciclovía se materializa elevando la ciclovía y pasando por sobre las catenarias del servicio de tren Puerto-Limache. Y ahí está lo valioso: repensar lo que tenemos y cómo nos movemos, transformando un lugar en un “gran lugar”. O sea, en vez de seguir apostando por más autopistas que solo refuerzan la dependencia del automóvil, proponemos una opción de uso del borde costero que mejora la calidad de vida de los habitantes, transformando los espacios de movilidad en lugares de encuentro y actividad, con un diseño que genere un paisaje único, pasando a ser un hito urbano de conexión entre ambas comunas.

Pero la discusión va más allá de cifras y diseños porque apostar por la bicicleta no es solo un tema de transporte, es también una apuesta cultural y ambiental, es una declaración de principios: queremos menos contaminación, menos ruido y más equidad en el uso del espacio público. Queremos ciudades donde se pueda pedalear sin miedo y donde movernos no dependa de tener un auto. Esto no es una utopía: es algo que ciudades de todo el mundo ya han demostrado que funciona, transformando la vialidad existente en una red de ciclovías continuas, seguras y conexas.

Sin embargo, el desafío más grande no es definir el tipo de barreras de contención que se requerirían para resguardar a los ciclistas, o cómo regular la velocidad del transporte público en la avenida, sino que es cambiar la mirada. Durante décadas, se nos hizo creer que el progreso se medía en kilómetros de carreteras construidas y en la cantidad de autos que circulaban. Hoy sabemos que ese modelo está agotado, pues la congestión, la contaminación y la inequidad en el acceso a la movilidad son parte de sus consecuencias.

En definitiva, iniciativas como esta ciclovía son relevantes porque nos invitan a pensar distinto, a poner a las personas en el centro de la ciudad. Quizá a llegado el momento de entender que movernos mejor no significa mover más autos, sino movernos juntos, con respeto, sostenibilidad, creatividad y visión de futuro, y una ciclovía en el principal eje vial entre Viña del Mar y Valparaíso nos invita a pensar que otra forma de movernos es posible.

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