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Franko Ignacio Pérez Carvajal

Transporte público en Valparaíso: entre la promesa de modernización y la deuda con la seguridad.

Por: Franko Ignacio Pérez Carvajal

El anuncio de una transformación profunda en el transporte público del Gran Valparaíso no es menor. A partir de 2026, llegarán 600 nuevos buses de alto estándar, más del 40% eléctricos, lo que promete mejoras técnicas y también un impacto concreto en la calidad de vida de quienes usan el transporte a diario para estudiar, trabajar o simplemente moverse por la ciudad. Pero aunque es un gran avance, hay que mirar la letra chica: solo un tercio de la flota total será realmente renovada. Es decir, muchos buses antiguos seguirán circulando, y con ello, buena parte de los problemas actuales podrían persistir.

El nuevo sistema no solo será más limpio, sino también más cómodo y moderno. Tendrá pago electrónico, cámaras de seguridad, GPS, pantallas LED y accesibilidad total: rampas, espacios para sillas de ruedas y mejores condiciones para personas mayores o con movilidad reducida. Incluirá 41 recorridos que conectarán Valparaíso, Viña del Mar, Quilpué, Villa Alemana y Concón, cuatro nuevos terminales, mejor frecuencia y, por primera vez, servicio nocturno.

Este último punto responde a una demanda largamente postergada. Hoy, muchas personas que estudian o trabajan hasta tarde quedan a la deriva, dependiendo de opciones informales o directamente peligrosas. La idea de poder moverse con dignidad incluso de noche es una señal de avance. Pero esa promesa, sin una mirada territorial, puede quedarse corta.

La inseguridad nocturna en Valparaíso no es solo una percepción. En barrios como Hangaroa, especialmente en las zonas que dan hacia Santos Ossa, no hay luminarias en buena parte de las calles. Lo mismo ocurre en los accesos por la Pólvora, donde aunque hay postes con luminarias instaladas, permanecen apagadas por meses. En Barrio Puerto, caminar de noche también significa hacerlo entre sombras, en una mezcla de abandono y costumbre. Estas situaciones no son excepciones, sino parte del paisaje cotidiano. Y si bien la modernización del transporte es una herramienta poderosa, sin planificación urbana y medidas de seguridad claras, podría incluso aumentar los riesgos para quienes viajan de noche.

Surgen entonces preguntas legítimas: ¿habrá vigilancia en los puntos más críticos? ¿Cómo se protegerá a quienes trabajan en los buses? ¿Se coordinarán municipios, operadores y Carabineros para asegurar que el servicio nocturno sea realmente seguro? Las cámaras a bordo son útiles, pero no bastan frente a escenarios de violencia o abandono estructural.

También se ha anunciado que se retirará a conductores sin licencia o con antecedentes de malos tratos. Esto es positivo, pero debe ir de la mano con mejorar las condiciones laborales de quienes están al volante. Ya lo vimos con el Transantiago: una reforma que, pese a las promesas, fracasó en gran parte por la falta de planificación, fiscalización y comprensión del territorio.

Esta modernización puede ser una gran oportunidad para democratizar el acceso a la ciudad, dignificar el transporte y hacerlo más sustentable. Pero para lograrlo, no basta con cambiar buses: hay que escuchar al territorio, invertir en seguridad e infraestructura, y acompañar los cambios con responsabilidad. Porque si no, una vez más, estaremos cometiendo los mismos errores del pasado. Y Valparaíso ya no tiene espacio para seguir pagando los costos de decisiones mal implementadas.

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