Valparaíso y la paradoja de las soluciones: UNESCO, el Sitio Patrimonio de la Humanidad y el Ecocidio Urbano.
Por: Juan Carlos Manríquez
En la lógica de las cosas y en el arte del recto pensar hay cosas que se llaman inefables, o sea, aquellas de las que no se habla, porque no se pueden explicar con palabras.
Una de las cosas de las que no gusta hablar es de las soluciones, porque proponerlas implica tomar posiciones, asumir riesgos y coparse de tareas. Plantear soluciones expone a la crítica de aquellos que cómodamente no hacen nada más que diletar o rumear, si es que; deja al que propone expuesto a la cuchillada del que vive en el limbo de no hacer nada, porque así no se ve bien qué no se está haciendo, y además, porque si la solución no es mala, la faena es fatigosa y a muchos de los críticos no les gusta trabajar, o se suben al carro al final, para ver qué pedazo sacan, porque querámoslo o no, desde que Chile es Chile y fue habitada por el primer europeo expulsado de Perú, un desorejado dedicado allá al pillaje y al fraude, la entrada por los palos y lo ventajero forma parte mal querida del ethos nacional.
De ahí que más común que darse al trabajo efectivo, eficiente, laborioso, honesto y dedicado a un afán noble, lo sea asilarse en un cómodo pesimismo gris de este tono: “Hay cosas que no tienen solución, y hay otras que se solucionan solas”, entonces, de qué preocuparse, y menos ocuparse.
En ese mar Valparaíso ha navegado hace tiempo, porque ya no es el Canal de Panamá, los terremotos, los incendios, la falta de inversión y de empresa, el cambio tecnológico o la migración de los negocios a El Golf o a Las Condes en Santiago la bestia negra a la cual culpar. Hoy se nos suma la migración forzada del habitante histórico y del profesional del “Casco Histórico” hacia Viña del Mar, por falta de infraestructura mínima para una vida segura y con proyección, ausencia de fuentes de empleo digno para la mayoría, falta de higiene, salud y un sinfín de muros y edificios patrimoniales vejados por hordas de grafiteros desconsiderados, además de profanadores de cementerios que roban bronce y mármol de tumbas para comprar droga. El narco y su cultura, el feísmo y una política de nula visión de futuro, anclada en proyectos personalísimos de clientela, sumado a administraciones de bienes públicos y del municipio que han estado bajo el foco durante años configuran un escenario difícil. Parece que no es verdad lo que dice el Gitano Rodríguez, porque sí se ha sabido siempre de su historia, pero sí es verdad que ahora el Puerto se ve más herido que nunca, no sólo por el viento y la lluvia que esculpe o derrumba sus escaleras.
¿Es, así las cosas, un lugar sin solución?, ¿Para qué hacer algo, si no dará ningún resultado?, y si algo puede pasar ¿Mejor que lo hagan otros, por mientras veamos qué sacamos, y si sale algo le damos un mordisco?
Parece que no. El diamante en el barro se encuentra con reconocer esta diferencia. Debemos dirigir nuestros esfuerzos a buscar soluciones donde sea posible y a encontrar la paz en aquellas situaciones que no tienen solución.
El Museo del Inmigrante, el Bar Inglés, los vecinos de Plaza Echaurren, la alcaldesa Nieto, la Corporación para el Sitio Patrimonio de la Humanidad, los esfuerzos del Colegio de Abogados, las acciones de la Universidad Santa María, que son hechos reales, deben unirse con las promesas del PCV Ex Cárcel, de la EPV, del Grupo Von Appen, de SAAM, con la disposición del Comandante en Jefe de la Armada, de la UCV, de la UV, del Colegio de Arquitectos y con la voluntad real y honesta del Congreso para hacer que las cosas pasen para bien, y que los aportes de UNESCO no se pierdan en cientos de consultorías inanes o en contrataciones de amigos o en desvíos espurios.
La Directiva 144/3.3. del Consejo Ejecutivo de UNESCO regula un procedimiento para investigar violaciones a los derechos humanos en relación con el cuidado de los sitios patrimonio, pues éstos pertenecen a la humanidad toda. El ecosistema humano, que se entrelaza con aquellas vivencias, raíces, entorno, historia y cultura del lugar donde el ser humano ha elegido desarrollar su proyecto vital, cuando se destruye en sus componentes esenciales por la omisión, la desidia, la delincuencia, el aprovechamiento ventajista, la inseguridad y un mar de promesas o falsas felicitaciones a distancia y fuerzan a sus habitantes a migrar, sufre un Ecocidio. Y eso le está pasando a Valparaíso y a su gente como nunca.
Una luz de esperanza se ha ido encendiendo estos días en múltiples actores, y hay que celebrarlo, pero se debe pasar de la palabra a la acción y a efectos tangibles. La ley de patrimonio cultural y la prevención y respuesta contra el vandalismo urbano y hacia la toma de postura desafiante y ramplona de algunos actores respecto del cuidado de la ciudad y la seguridad pública, como usar los monumentos para hacer un asado o como urinarios, supone no conformarse sólo con aumentar las plantas de nuevos servicios públicos o pedir un préstamo millonario al BID, sino transparencia, control, profesionalismo, dedicación y un desinterés mezquino real.
Si se busca que Valparaíso sea sede mundial del Tratado de Protección de los Océanos, movamos primero la basura y las malas vibras que ahogan a Valparaíso. Se puede.