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Felipe Narbona Muñoz

¿Patrimonio en riesgo u oportunidad?

Por: Felipe Narbona Muñoz

Después de cada Día del Patrimonio, la misma sensación de frustración colectiva vuelve a aflorar en Valparaíso. Como presidente de la Asociación Gremial del Barrio Puerto y líder de Ecomapu, lo vivo a diario. Nos preguntamos constantemente: ¿De qué sirven las declaratorias internacionales si nuestro patrimonio se desmorona? La verdad es que no son solo preguntas retóricas; son un grito de auxilio desde el corazón de la ciudad. El malestar ciudadano no es un capricho; es la cruda realidad de un Valparaíso que, pese a sus títulos, enfrenta el abandono.

La paradoja es brutal. El Barrio Puerto, la cuna de la ciudad, fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 2003. Sin embargo, 20 años después, somos un símbolo de empobrecimiento y abandono, con uno de los puertos más importantes de Sudamérica a nuestras espaldas. Nos encontramos en la encrucijada de ser un polo de actividad económica para el país, pero con un entorno social y urbano en decadencia.

Aquí, el problema no es solo la falta de voluntad política del Estado, son causas multisistémicas que incluyen la ausencia del gran privado. Es una paradoja que empresas con grandes capitales y domicilio en nuestro barrio, como TPS, ESVAL y EPV, hayan mostrado un aporte marginal al desarrollo local. Su contribución, en comparación con sus enormes ganancias, es prácticamente insignificante. La responsabilidad de revitalizar el barrio no puede recaer solo en las esfuerzos de la comunidad.

Voluntad Política y Nuevas Oportunidades

No puedo dejar de mencionar la frustración que genera la falta de voluntad política en el Congreso Nacional. Es insostenible que un poder del Estado tenga su base en un entorno tan empobrecido, mientras las leyes en favor de la gestión urbana y patrimonial de Valparaíso son casi nulas. Urgen leyes cortas que permitan una gestión ágil y efectiva. No necesitamos más estudios, necesitamos acciones.

En este contexto, la posible elección de Valparaíso como sede del Acuerdo BBNJ (Biodiversidad más allá de la Jurisdicción Nacional) podría ser una oportunidad única. Si se gestiona y canaliza correctamente, con un apoyo integral del Estado y una alianza público-privada, este acuerdo podría poner a Valparaíso en el mapa global de la diplomacia, fortaleciendo nuestra posición como ciudad puerto y abriendo nuevas vías de desarrollo. Sería una forma de demostrar al mundo que Valparaíso no es solo un puerto comercial, sino un actor relevante en la conservación de los océanos.

La Fuerza de la Microempresa y el Turismo Local

Hay también más esperanzas para Valparaíso. Esa esperanza reside en la resiliencia de la microempresa. Somos los pequeños comerciantes, las peluquerías, las panaderías, las "picadas" y los dueños de locales quienes, con esfuerzo diario, buscamos mantener vivo el tejido económico y social del Barrio Puerto. No hay que minimizar su rol, ya que somos quienes también hemos sostenido el barrio históricamente a pesar de la inercia institucional.

Desde Ecomapu por ejemplo, hemos apostado por el turismo local y sustentable como motor de cambio. Nuestra filosofía se aleja de los tours masivos y superficiales. En su lugar, hemos desarrollado rutas de turismo comunitario como "Platos con Relato" y la "Ruta La Matriz". Estas experiencias buscan conectar a los visitantes con el alma de Valparaíso, mostrando su historia, su gastronomía y su gente de manera auténtica. A través de este modelo, los beneficios económicos llegan directamente a las familias y emprendedores locales, convirtiendo al turismo en un verdadero agente de cambio social.

Abandono Social y un Mal Discurso

El problema va más allá de la infraestructura y la economía. En el Barrio Puerto, lidiamos a diario con el tráfico y consumo de drogas y alcohol. Es una problemática de raíces profundas donde la presencia de entidades públicas como el Ministerio de Desarrollo Social y el Servicio de Salud es casi nula. Existe una desconexión total con las entidades privadas que, de buena fe, intentan ayudar a las personas en situación de calle. Necesitamos una coordinación efectiva y un plan integral para abordar esta crisis social.

Finalmente, es lamentable ver cómo un discurso derrotista ha calado en la ciudadanía: "Valparaíso está peor desde que es patrimonio". Esta narrativa ignora los avances y las oportunidades. Si bien la declaración de la UNESCO no resolvió todos los problemas, tampoco es la causa del deterioro, que se origina en el abandono crónico del Estado y el gran privado. Por ejemplo, en materia de pobreza, la comuna de Valparaíso ha mostrado avances. Según datos de la Encuesta de Caracterización Socioeconómica Nacional (CASEN), la Región de Valparaíso experimentó una significativa disminución de la pobreza, pasando del 20,1% en el 2000 al 12,7% en 2022, o la tasa de hacinamiento que pasó del 12% en 2006 al 6% en 2022. Estos datos demuestran que, a nivel local, la pobreza ha disminuido a lo largo de las décadas, incluyendo el período posterior a la declaratoria. Si bien la desigualdad y la pobreza persisten en ciertas zonas, la declaración no ha detenido el avance en indicadores sociales clave, sino que ha servido como un catalizador para la atracción de programas de inversión pública. Un ejemplo actual y relevante es la puesta en marcha del Programa de Revitalización de Barrios e Infraestructura Patrimonial Emblemática (PRBIPE) del MINVU, también conocido como "Revive Barrios", gestionado por la Corporación del Sitio del Patrimonio Mundial. Este programa, que incluye al Barrio Puerto Fundacional en 2023 a la fecha, busca recuperar infraestructura y fomentar el desarrollo económico local y la participación ciudadana.

Es hora de cambiar el discurso, pero no a cualquier costo. Muchos se preguntan si Valparaíso debería ser declarado Patrimonio en Riesgo o, peor aún, ser retirado de la lista de la UNESCO para generar una alerta global. Yo sostengo que, si bien una medida así podría ser un grito desesperado con gran eco mediático, también corremos el serio riesgo de dispararnos en el pie. Sacar a Valparaíso de la lista de la UNESCO sería echar por tierra el esfuerzo de organizaciones sociales y el tejido de emprendimientos, desde el turismo local hasta artistas y artesanos, que hoy dependen de la gestión patrimonial. Ser parte de los ojos del mundo es tan trascendental como ser la voz de los que luchamos. Países vecinos como Perú, Ecuador o Uruguay, con economías comparativamente más débiles, han sabido sostener y mantener sus sitios patrimoniales. ¿Por qué ellos sí y nosotros no? No podemos permitir que la inacción nos lleve a demostrar que, lamentablemente, el gran problema de Valparaíso es que esté en Chile. Debemos seguir exigiendo la recuperación y regeneración de Valparaíso, pero con un discurso que no nos devuelva a un estado de abandono sin vuelta atrás. El título no es una maldición; es una herramienta que, si se usa bien, puede ser la clave de nuestra supervivencia y prosperidad.

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