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Boris Kúleba

De la improvisación a la soberbia: la Gestión del Patrimonio en Valparaíso.

Por: Boris Kúleba

En marzo del año 2021, una auditoría interna de la Dirección de Control de la Municipalidad de Valparaíso detectó una red de operadores políticos que recibieron $452.390.412 contratados bajo un programa municipal inexistente, el “Programa Comunitario de Fortalecimiento de Espacios Públicos y Patrimoniales de la Comuna de Valparaíso”, o como fue conocido desde entonces, “El Programa Fantasma”, sin que la mayoría acreditara sus funciones.

A los pocos días, la vocera de los indignados trabajadores fantasmas desenmascarados declaraba soberbiamente ante el concejo municipal que “tan solo mi contratación va a terminar trayendo mucho más de los 450 millones de pesos que los concejales están aludiendo del total de contrataciones de este Programa Fantasma”. Lo que aquella vocera insinuaba era la inminente firma de un convenio entre la Municipalidad de Valparaíso y la Subsecretaría del Patrimonio Cultural para crear la nueva institución que administraría el Sitio Patrimonio de la Humanidad de Valparaíso y que ella misma iba a dirigir. Así se engendró la “Corporación Municipal de Administración del Sitio Patrimonio Mundial de Valparaíso”.

Cuatro años después del bochornoso descubrimiento de esa contratación, Valparaíso aún no multiplica esos 450 millones fantasmas. Sólo para sostener la nueva corporación, la Municipalidad ya ha desembolsado $970 millones en subvenciones y el casco histórico de Valparaíso continúa multiplicando las ruinas que existían desde su creación mientras sigue sumando proyectos abandonados. Sólo en el último mes, en el Barrio Puerto se incendiaron un edificio completo y un teatro abandonado; y la caída de una cornisa dejó una de sus últimas veredas comerciales intransitable.

Estos 22 años cargando con un Patrimonio Mundial se han caracterizado por la improvisación, la negligencia y la soberbia. En ese orden, incluso cronológico.

Como primer síntoma de la improvisación patrimonial, cuando en julio del año 2003 la UNESCO declaró el Área Histórica de Valparaíso como Patrimonio de la Humanidad, Chile eludió su responsabilidad derivando su administración a la Municipalidad de Valparaíso, eterno refugio de amigotes, pretendiendo que con puros recursos municipales le conserve un sitio a la Humanidad.

Uno de los compromisos fue desarrollar el Plan de Gestión Patrimonial, instrumento de planificación esencial a partir del cual se podrían poner en práctica estrategias y acciones para conservar y proteger el sitio.

Tres años más tarde, en el 2006, bajo el “Programa de Recuperación y Desarrollo Urbano de Valparaíso” se financiaron 97 proyectos con una inversión de US$73 millones aportados por el Estado y por un préstamo del Banco Interamericano de Desarrollo. Sólo se ejecutó la mitad de los proyectos y casi todos los recursos se perdieron en estudios y consultorías. No había gente capacitada para conservar un sitio patrimonial, al menos en la institucionalidad local, y eso quedó demostrado también en la mala calidad de las escasas obras ejecutadas.

El año 2012, con nueve años de retraso, la administración de Jorge Castro presentó una propuesta de Plan de Gestión Patrimonial, ahora llamado “Plan Director de Gestión Patrimonial”, que fue rechazado por el Consejo de Monumentos Nacionales, y hasta la creación de la Corporación Municipal de Administración del Sitio Patrimonio Mundial hace tres años, bajo la administración de Jorge Sharp, la negligencia y la soberbia fueron la única guía en la conservación del sitio.

Este año, la flamante corporación afirma que tiene listo el Plan de Gestión Patrimonial, rebautizado ahora como “Plan de Gestión del Sitio de Patrimonio Mundial”, que considera 22 proyectos con una inversión de $84 mil millones (“mucho más de los 450 millones del Programa Fantasma”). Ya no hay improvisación, tampoco negligencia.

Tampoco plan. Según la misma corporación, una revisión por parte de “instancias técnicas e internacionales” concluyó que el plan propuesto es incomprensible. Les piden “reducir la extensión del documento, fortalecer la claridad del lenguaje técnico, y optimizar el uso de recursos visuales, para facilitar su comprensión y aplicabilidad”, para lo cual ya publicaron en su portal una solicitud de cotización: deberán externalizar el estilo, diseño y la diagramación del plan.

Con una corporación que cuenta con un equipo de profesionales que no pudo darle formato a la Biblia Patrimonial, quizás el pedir ayuda externa signifique terminar con el último obstáculo para comenzar a gestionar el patrimonio: la soberbia.

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