La Humanidad del Patrimonio.
Por: Jaime Bastías
Valparaíso es, desde hace poco más de veinte años, Patrimonio de la Humanidad. Este reconocimiento destaca su valor arquitectónico, histórico y cultural, y nos invita a cuidar sus calles, sus cerros y su memoria, pero desde la comunidad de La Matriz, en pleno corazón del Barrio Puerto, sentimos que esa categoría nos lanza una pregunta más profunda: ¿y qué pasa con la humanidad de ese patrimonio?
La Iglesia, desde sus orígenes, ha sostenido una firme preocupación por la dignidad de cada ser humano. Mucho antes de cualquier documento, ya en la vida misma de Jesús encontramos ese amor preferencial por los pobres, los excluidos, los heridos de la historia, y más tarde, León XIII lo expresó con fuerza en la encíclica Rerum Novarum, al denunciar las injusticias sociales y defender los derechos de los trabajadores. Pero lo que él señaló con claridad doctrinal, ya lo vivía la comunidad cristiana desde el primer siglo: que cada persona, creada a imagen de Dios, merece ser mirada con respeto y acogida con justicia.
Esa mirada es la que inspira nuestra vida parroquial, pues el estilo de Jesús es el que queremos encarnar. Él no se detenía en las apariencias, sino que se acercaba al marginado, al enfermo, al pecador. No lo hacía por condescendencia, sino por amor. Por eso, en el Comedor-Ropero de La Matriz no hacemos favores, sino que respondemos a un compromiso. No damos por bondad, sino por fidelidad al Evangelio, porque el que menos tiene, el que ha sido olvidado, es para nosotros una prioridad, no una excepción.
Cuando un barrio tan simbólico como el Barrio Puerto está abandonado, lo que más resalta no es su historia ni su belleza, sino el dolor que brota por las grietas: violencia, drogadicción, soledad, desesperanza. Pero estos males no son causas, sino consecuencias, señales de una herida más honda, de una sociedad que arrastra desigualdades, que ofrece pocas oportunidades, que permite que muchas vidas queden a la intemperie.
Celebramos que turistas de todo el mundo visiten Valparaíso y se maravillen con su patrimonio, pero aspiramos también a que quienes viven aquí, en los cerros y calles menos vistosas, puedan sentirse orgullosos de su presente y esperanzados en su futuro. Porque no hay verdadera conservación sin inclusión, ni belleza que valga si no está al servicio de la vida. Las ciudades se dignifican no solo por su arquitectura, sino por el modo en que cuidan a sus habitantes, especialmente a los más vulnerables.
Desde La Matriz, creemos que el título de Patrimonio de la Humanidad no debe ser solo una distinción, sino un compromiso ético, y para nosotros, cristianos, ese compromiso se encarna en el seguimiento de Jesús, que nunca pasó de largo ante el sufrimiento. Él nos enseñó que no hay persona sin valor, que toda historia puede ser redimida y que la esperanza se siembra desde abajo, con paciencia y con ternura.
La humanidad del patrimonio no está solo en las postales ni en los muros antiguos, sino en cada rostro que resiste, en cada hermano que busca una segunda oportunidad, en cada comunidad que se niega a desaparecer. Y es allí, precisamente allí, donde queremos seguir estando.