Valparaíso. Del potencial a la acción.
Por: Pablo Castillo González
Caminar por Valparaíso es una experiencia discordante. Valoramos su entorno urbano-geográfico, mientras lamentamos el estado calamitoso de cada rincón. Valparaíso duele en sus fachadas rayadas, en la basura en las quebradas y en la sensación de que su “potencial” se nos escurre.
Pero lamentarse por la joya que fue no la pulirá. La ciudad necesita un plan audaz, un pacto social valiente y la convicción de que su mejor versión echará anclas en el futuro. Aquí sugerimos ocho ejes que fomentan el uso de los espacios públicos para una regeneración impostergable.
Un plan Marshall para el puerto. Valparaíso necesita un Plan Especial de Financiamiento, público y privado, que la declare zona de interés estratégico. Esto implica incentivos tributarios agresivos para atraer industrias del conocimiento, las artes y las culturas. Imaginemos empresas tecnológicas y creativas en edificios patrimoniales restaurados, generando empleos y un ecosistema de innovación que surja del espíritu rebelde de la ciudad.
Ordenar la calle. Tanto el comercio ambulante como el rayado de murallas no son problemas para erradicar, sino fenómenos a formalizar. La solución pasaría por regulaciones inteligentes orientadas a favorecer a la ciudad como un todo.
Un puerto de cruceros que se incorpore a la ciudad. El puerto de cruceros no puede ser una isla de la que los turistas “escapan”. Debe ser una puerta de entrada que invite a caminar. Se necesita un diseño urbano que lo integre, con conexión directa y atractiva hacia el Barrio Puerto y los cerros turísticos. El primer impacto no debe ser un laberinto de rejas, sino la bienvenida a una ciudad Patrimonio de la Humanidad.
La urgencia del reciclaje. La basura es el síntoma más visible de la decadencia. Un sistema de reciclaje moderno, licitado o municipal, es una urgencia sanitaria, ambiental y económica. Un modelo formalizado limpiaría las calles, crearía empleos verdes, dignificaría a los recicladores de base y generaría ingresos por la venta de materiales. Es hora de pasar de los microbasurales a la economía circular.
Iluminar la noche, recuperar el espíritu. Una ciudad a oscuras es insegura. La iluminación de espacios públicos con tecnología de bajo consumo es fundamental. No se trata sólo de poner postes, sino de un diseño lumínico que realce la arquitectura, dé seguridad en escaleras y pasajes, y permita que florezca la vida nocturna familiar y cultural. Iluminar es devolver la noche a sus ciudadanos.
Una ciudad compasiva con sus animales. Los animales callejeros son reflejo de nuestra indolencia. Se requiere una política municipal sostenida de esterilización masiva, registro y fomento de la adopción responsable. No es sólo compasión, es salud pública.
La dignidad de los baños públicos. Parece un detalle, pero es un pilar de civilidad. La carencia de baños públicos limpios y seguros es una barrera para residentes y visitantes. La solución puede ser una alianza público-privada: el municipio cede espacios y una empresa se encarga de su mantención a cambio de una tarifa módica o publicidad. Una ciudad que se respeta cuida estas necesidades.
El deber de ser porteño o porteña. Finalmente, nada funcionará sin el pilar fundamental: la responsabilidad de sus habitantes. La escasa conciencia ambiental y cívica es una herida autoinfligida. Necesitamos una campaña cultural que nos recuerde que cualquier forma de suciedad es degradar nuestra propia ciudad. La recuperación empieza cuando cada uno asume que la ciudad le pertenece y, por tanto, la debe cuidar.
El potencial de nuestra ciudad sigue intacto, latente bajo capas de abandono. Valparaíso no necesita milagros, sino un plan coherente, decisiones valientes y el compromiso activo, público y privado, de quienes deseamos sentirnos orgullosos de habitarlo.